Con motivo del cumpleaños de Fran, decidimos ir a la capital portuguesa. Ese país que tan cerca tenemos, y para nosotros hasta ese momento era totalmente extraño. Dos días descubriendo Lisboa y un día recorriendo sus alrededores.
Llegamos a la capital al mediodía. El momento oportuno para comernos el bocata que nos habíamos traído de casa, dejar el equipaje en el hostal y comenzar nuestra visita por uno de los barrios más alejados de la ciudad: el barrio de Belém.
Monasterio de los Jerónimos
Cogemos la línea de tranvía 15, la cual nos lleva al centro del barrio que queremos visitar hoy. Nada más bajar, nos encontramos de frente el Monasterio de los Jerónimos. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, destaca por su gran tamaño.
Si su exterior impresiona, el interior del monasterio no se queda atrás. Seis altas columnas que parecen no tener fin, son las que nos dan la bienvenida.
Sin embargo, todavía hay un lugar con mucho más encanto. Este monasterio cuenta con un precioso claustro. Uno de los claustros que más nos ha gustado a nosotros hasta el momento.
Degustar los famosos pasteles de Belem
Una vez salgáis del monasterio de los Jerónimos, no os vayáis muy lejos. Muy cerca de aquí encontraréis la pastelería que más fama tiene en la ciudad, ¿y porque no decirlo?, del país. Se trata de la pastelería «Pasteis de Belem». La encontraréis en Rua de Belem nº 84 a 92, aunque no os costará mucho esfuerzo ver una fila de gente a lo largo de la calle, esperando a degustar estos deliciosos pasteles.
Se comenzaron a producir en 1837, y desde entonces su receta se mantiene en secreto entre varias personas. Son varios los locales que intentan imitar la receta, pero aunque la forma es igual, el sabor no tiene nada que ver…
Monumento a los Descubrimientos
Tras este delicioso manjar, continuamos paseando por el conocido barrio de Belem y llegamos a uno de los símbolos de la ciudad, el Monumento a los Descubrimientos. Este monumento, de 52 metros de altura, fue erigido 1960 para conmemorar el 500º aniversario de uno de los más grandes descubridores de Portugal, Henrique el Navegante.
Lo más atractivo es su mirador. Tenéis la posibilidad de subir hasta lo alto del monumento para contemplar unas preciosas vistas del monasterio de los Jerónimos, la plaza con su gran «Rosa de los Vientos», el río Tajo con sus puentes y la famosa Torre de Belem.
Desde lo alto del monumento, ya nos hemos podido dar cuenta que no andamos muy lejos del símbolo de la ciudad. Así pues, antes de que anochezca, allí vamos.
Torre de Belem
La torre de Belem fue construida entre 1515 y 1519, siendo declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1983. El gran atractivo de esta torre, se debe al enclave donde se encuentra localizada: en la desembocadura del río Tajo.
Si lo deseáis, podéis acceder al interior de la torre, teniendo así la posibilidad de ver las distintas estancias de la torre distribuidas en sus cinco plantas. Para acabar la visita, llegaréis a la terraza donde, al igual que en el monumento a los Descubrimientos, disfrutaréis de unas vistas dignas para despedir el día.
Un atardecer en la orilla del río Tajo junto a la torre de Belém, no se disfruta todos los días. Nuestro viaje a Lisboa no había podido comenzar mejor.
Segundo día descubriendo el centro de la ciudad, post aquí.
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